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VIVIENDO CON SENTIDO | El ARTE DE BEBER COMO UN HOMBRE - No todo el que sostiene una copa merece beber. Porque el trago no es para ahogar penas. Es para elevar momentos. Beber no es un escape. Es un ritual de poder. Y quien lo ignora…

No todo el que sostiene una copa merece beber. Porque el trago no es para ahogar penas. Es para elevar momentos. Beber no es un escape. Es un ritual de poder. Y quien lo ignora… termina siendo el bufón de su propia mesa...

VIVIENDO CON SENTIDO | El ARTE DE BEBER COMO UN HOMBRE - No todo el que sostiene una copa merece beber. Porque el trago no es para ahogar penas. Es para elevar momentos. Beber no es un escape. Es un ritual de poder. Y quien lo ignora…

DAVID MANUEL MARTÍNEZ PÉREZ

PSICOTERAPEUTA CLÍNICO Certificado en Hellinger Sciencia
“LAS LEYES DEL BUEN BEBER”
“PERCIBIENDO EL OTRO LADO DE LA REALIDAD”
El ARTE DE BEBER COMO UN HOMBRE
𝐍𝐎 𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐔𝐍 𝐏𝐀𝐘𝐀𝐒𝐎

No todo el que sostiene una copa merece beber. Porque el trago no es para ahogar penas. Es para elevar momentos. Beber no es un escape. Es un ritual de poder.

Y quien lo ignora… termina siendo el bufón de su propia mesa.

Aquí las 10 leyes del hombre que bebe con clase, carácter y respeto.

Las demás, déjalas para los que no tienen nombre ni legado.

1. El que se emborracha pierde. Si no controlas tu copa, tampoco controlas tu vida. Lucidez es realeza. Borrachera es circo.

2. Bebes para recordar, no para olvidar. El que no recuerda el brindis, tampoco merece el respeto. No eres memorable si al día siguiente das vergüenza.

3. Lo barato es para el que no se valora. Prefieres cantidad… porque no tienes calidad. Un hombre con respeto por sí mismo no toma veneno embotellado.

4. La pureza es poder. Un destilado limpio habla de un paladar limpio. El que mezcla todo, vive mezclado por dentro.

5. El que bebe solo, está roto. Brindar es celebración. No terapia. Si necesitas alcohol para soportarte, necesitas ayuda. No una copa.

6. Invitar una ronda es noble. Dos, es de idiotas. Regla de oro: los amigos se turnan, los parásitos se aferran. No compres tu lugar en la mesa con tragos que nadie te devolverá.

7. Cada bebida tiene su hora, como cada rey su trono. Raicilla o tequila para el alma, vino para el arte, whisky para la introspección. Si bebes sin orden, vives sin estructura.

8. Adáptate al contexto o quédate en casa. Un sabio honra la bebida local. El necio busca mezcal en Alemania… y respeto donde no lo ha sembrado.

9. Medir el trago es respetarte. Bebes lo que mereces. Y si mereces todo, no necesitas exceso. La elegancia no se emborracha.

10. Si no sabe bien, no vale la pena. No sigas modas, sigue el paladar. El gusto verdadero no se aprende en la barra… se pule en el alma.

𝐔𝐍 𝐁𝐑𝐈𝐍𝐃𝐈𝐒 𝐂𝐎𝐍 𝐒𝐈𝐆𝐍𝐈𝐅𝐈𝐂𝐀𝐃𝐎

Beber bien no es llenar un vaso. Es elevar una experiencia. Es dejar una impresión sin decir una palabra. Es saber irte antes de hacer el ridículo. Es brindar con clase… o mejor no brindar.

Porque un hombre puede ser recordado por muchas cosas. Pero si te recuerdan por cómo bebes… asegúrate que sea por tu nivel, no por tu caída.

Bebes lo que mereces...
Pero desconfía de quien no bebé, porque algo oculta.
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LA LUJURIA

La lujuria no nace en la carne. Nace en el abandono. No es una obsesión sexual. Es una respuesta emocional. El niño que no fue visto.

El adolescente que no fue abrazado. El joven que confundió deseo con aceptación. El hombre que creció creyendo que el placer es poder.
La lujuria brota cuando el alma está vacía y el cuerpo quiere distraerse. No se trata de sexo.

Se trata de carencias. Y esas carencias vienen de lejos. Quizás nunca tuviste un padre que afirmara tu identidad. Quizás fuiste rechazado, ridiculizado, o usado.

Quizás aprendiste a seducir para no sentirte invisible. Quizás descubriste que en el cuerpo de otros podías olvidar el dolor del tuyo.

La lujuria es muchas veces una forma disfrazada de:
– Abandono no llorado
– Soledad no nombrada
– Rechazo no entendido
– Rabia no expresada
– Vergüenza no trabajada
– Trauma sexual no sanado
– Falta de afecto en la infancia
– Falta de propósito en la vida adulta

Y ahí está la trampa: crees que el problema es el deseo. Pero el deseo sólo es el humo. El fuego está en la herida.

Un verdadero proceso de sanación no empieza dejando el acto, sino nombrando la herida emocional que lo originó.

Si sólo luchas contra el impulso, volverá. Pero si sanas lo que el impulso está intentando tapar… te liberas.

Porque no se trata de tener fuerza para resistir, sino de tener verdad para comprender.

Cada derrota es una lección disfrazada. No temas equivocarte. Teme quedarte quieto por miedo a fallar.

Las caídas no son el final, son el comienzo de una versión más fuerte de ti. Las cicatrices enseñan. El error pule.

El intento te transforma. Atrévete, aunque no tengas todas las respuestas. Porque quien nunca se equivoca…
es quien nunca lo intentó.
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COMPETENCIA
Cuando en la pareja se compite en lugar de compartirse. Hay vínculos en los que el amor empieza como un encuentro, pero con el tiempo se transforma en un campo de batalla: ¿quién puede más?, ¿quién tiene razón?, ¿quién gana?

Cuando en la pareja se compite, ya no se construye a dúo, se sobrevive a solas.

Desde el psicoanálisis, entendemos que muchas veces no es la pareja la que compite, sino las heridas infantiles no resueltas que se activan en la relación.

La necesidad de tener la razón puede encubrir una antigua necesidad de ser visto, valorado, reconocido.

El deseo de “ganar” una discusión puede ser el eco de una infancia en la que no hubo lugar para el error sin castigo.

En estas relaciones, el amor se va desgastando porque en vez de sostener al otro, se lo confronta.

En vez de sumar, se mide. Y en lugar de dialogar, se impone. Sin darse cuenta, ambos dejan de ser compañeros y se convierten en adversarios emocionales.

Amar no es competir. Amar es poder sostener diferencias sin sentir que eso pone en riesgo el propio valor.

Es poder admirar al otro sin sentir amenaza. Es dejar de luchar por ver quién tiene el control, para empezar a compartir el cuidado.

Las parejas que más crecen no son las que piensan igual, sino las que aprenden a no lastimarse con sus diferencias. Porque el verdadero amor no se gana: se construye.

Lo malo de ser una persona observadora, es que a veces terminas notando cosas que era mejor no saber.
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