® Notiver La Noticia En El Momento Que Sucede. Todos los Derechos Reservados

¡TERMINA EL SUEÑO A LA ORILLA DEL RÍO BRAVO!

Carlos Gómez, un hombre guatemalteco de 37 años de edad, despertó de su sueño americano a escasos pasos de la meta: llegar a Estados Unidos. Ese sueño —que realmente fue una pesadilla llena de penuria que Carlos Gómez vivió despierto...

¡TERMINA EL SUEÑO A LA ORILLA DEL RÍO BRAVO!

* Guatemalteco se entrega a migración; termina su sueño a la orilla del río Bravo

CIUDAD JUÁREZ, CHIH.- (Agencias).- Carlos Gómez, un hombre guatemalteco de 37 años de edad, despertó de su sueño americano a escasos pasos de la meta: llegar a Estados Unidos.

Ese sueño —que realmente fue una pesadilla llena de penuria que Carlos Gómez vivió despierto— se disipó frente a un río Bravo apacible y nada feroz.

Ahí quedaron sus ilusiones después de que Donald Trump se proclamara, otra vez, presidente de la Unión Americana.

Con la suelas desgastadas, a escasos metros de Texas y a poco más de un mes de haber partido de Guatemala, Carlos señala en dónde le hubiera gustado comenzar el año.

“Hace tres días llegué a Ciudad Juárez, me vine para acá en buses, otros me dieron raites; para mí es un dolor que no pude cruzar esta frontera, pienso regresarme a mi país Guatemala”, aseguró el centroamericano, quien salió de su patria en busca de mejores oportunidades de empleo sólo con 20 mil quetzales y tres mudas de ropa.

Así se despidió de su esposa y cuatro hijos.

En su puño derecho sostiene una bolsa azul de plástico, a la que se aferra como un tesoro —aunque sólo trae una botella de refresco y unos pedazos de pan— mientras le grita a la Patrulla Fronteriza que lo capture para volver a su tierra, pero los oficiales no entienden su español tropezado y cansado.

“Ya me vieron, me contestaron en inglés, pero no me entienden ni yo los entiendo, quise adentrarme más al río [Bravo], pero no se puede, quería entregarme, no se pudo, me voy a entregar a las [autoridades] mexicanas”, agregó Carlos.

Con casi tres décadas de experiencia en el campo centroamericano, Carlos se resignó a ser trasladado a un albergue, adonde llegó derrotado y triste por “no poder brincar” el muro fronterizo.

Irónicamente, se entregó agradecido al convoy de la Guardia Nacional (GN) de México, que lo resguarda como un trofeo tras el despliegue militar que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo implementó en la frontera norte del país para frenar el tráfico de narcóticos a la Unión Americana y el flujo de migrantes, con el fin de posponer los aranceles que el mandatario estadounidense había impuesto a México.

Carlos refiere que en la frontera sur es a donde resulta más complicado acceder debido a las extorsiones del crimen organizado.

Sin embargo, es en el borde del río Bravo, donde el guatemalteco tiene que lidiar con los polleros disfrazados de vendedores de “burritos”.

Ellos ofrecen por mil dólares un acceso clandestino a El Paso, sobre el desértico terreno de la frontera con Ciudad Juárez.

La línea luce dividida por las enormes rejas de un muro que es vigilado por el ejército estadounidense, cuya presencia confirma qué tan complicado es llegar ilegalmente a la Unión Americana.