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VIVIENDO CON SENTIDO

¿Sabes que cuando lloras a tus muertos, lloras por ti y no por ellos? Lloras porque ya no los tienes a tu lado. Porque te falta su voz, sus abrazos, su presencia.Lloras porque no sabes qué vas a hacer sin ellos...

VIVIENDO CON SENTIDO

DAVID MANUEL MARTÍNEZ PÉREZ
Psicoterapeuta Clínico Certificado en Hellinger Sciencia ®

NO TE MUERAS CON TUS MUERTOS

“PERCIBIENDO EL OTRO LADO DE LA REALIDAD”

¿Sabes que cuando lloras a tus muertos, lloras por ti y no por ellos?
Lloras porque ya no los tienes a tu lado. Porque te falta su voz, sus abrazos, su presencia. Lloras porque no sabes qué vas a hacer sin ellos. Cuando murió mi padre, sentí que todo se me derrumbaba.

Mi papá, el que me sacaba a pasear, el que me ayudó con los deberes, el que trabajó para pagarme los estudios, el que me enseñó a ser quien soy… ya no estaba. Dolía todo. El pecho, el cuerpo, el alma.

Después de despedirme, me encerré en mi cuarto y lloré como nunca. Solo quería una cosa: volverlo a ver, aunque fuera por un momento. Entonces mi madre entró. Se sentó a los pies de mi cama, y con voz firme, me dijo:
— Estás llorando por ti. No por tu padre.
Me quedé en silencio. No lo entendía.
¿Cómo no iba a llorarlo si era mi padre, el hombre que más amaba en el mundo?
— Él ya no sufre —me dijo con calma—. No está enfermo, no tiene miedo, no tiene dolor.
Eres tú quien siente ese vacío. Lloras por todo lo que ya no vivirás a su lado.
Lloras porque lo extrañas, no porque él esté mal… él ya está en paz.

Así que tú no tienes por qué morir con él. Y ahí entendí. No lloramos por los muertos. Lloramos por lo que nos arrebata su ausencia. Por las palabras que no dijimos.

Por los abrazos que no volverán.Por lo que nos queda pendiente. Por lo solos que nos sentimos sin ellos. Y eso está bien. Está bien llorar. Está bien romperse.

Pero no está bien quedarse ahí… porque entonces mueres con ellos.
No te mueras con tus muertos. Lloralos, pero no te entierres con ellos.

Recuérdalos, pero no te detengas. Honra su vida, viviendo la tuya. Porque si te amaron de verdad, no querrían verte en ruinas. Querrían verte en paz, querrían verte vivo. Así que no te mueras con tus muertos, hazles honor viviendo tu vida, como ellos hubieran querido que lo hicieras.

“Deja a tus muertos morir en paz y ellos te dejarán vivir en paz”
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DESAPEGO
El desapego duele, duele mucho, duele porque hay que soltar lo que amas, no te apegues, no sujetes, suelta desde tu alma porque tu mente y tu razonamiento son cómplices del dolor.

Ese dolor es mental; no es dolor, es sufrimiento, lo que nos hace sufrir es el miedo alimentado por el ego por la creencia arraigada de la posible pérdida, de una posesión que no existe, que no es real .

Ya que no podemos poseer a alguien que no es nuestro, que nunca lo fue y que nunca lo será.

No nos pertenecen nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestra pareja, ni siquiera nos pertenecen nuestros hijos son seres libres e independientes, con su propio camino por recorrer, al igual que nosotros, por eso no hay que subyugar la felicidad de unos hacía los otros.

Si no eres feliz tú solo, no lo serás con nadie.

El apego es el controlador de todos los tiempos, el que te ancla en un presente ausente.

Sin embargo, el desapego te mantiene en el aquí y el ahora, es soltar al otro, sabiendo, que pase lo que pase, todo es perfecto.

Y sí, puede que eso “nos duela mucho” porque hasta ahora sólo nos enseñaron que éramos alguien si teníamos posesiones, de todo tipo se olvidaron de decirnos que cuanto más poseemos, más esclavos nos volvemos.

La independencia afectiva, es el mayor regalo que puedes hacerte, a ti y a tus seres amados y cuando lo logras, entonces y sólo entonces, puedes gritar al Universo, que por fin has alcanzado la verdadera y plena libertad.

“Una vez empiezas a avanzar hacía el desapego, ya no existe camino de retorno”
El desapego es desprenderme de las cosas con facilidad, sabiendo que nada sale de mi vida si no es sustituido por algo mejor y eso, genera abundancia.

“De nada sirve que la imaginación tenga alas, si el corazón es una jaula”. Frida Kahlo

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SALTO CUÁNTICO
El salto cuántico no es un evento repentino ni un fenómeno físico esotérico que ocurre desde afuera. Es una elección interna.

Es ese instante silencioso en el que decides, de una vez por todas, no seguir traicionándote. Dejar de quedarte en lo que te apaga.

Dejar de negociar con tu propia verdad para encajar en moldes que ya no representan tu esencia.

Hay muchas formas de traicionarse: postergar lo que sabes que es importante para ti, ceder ante la culpa, callar cuando tu alma grita, sostener relaciones que drenan tu energía o seguir caminos que ya no vibran con tu propósito.

Cada vez que lo haces, te alejas un poco más de tu centro. Dejas partes de ti regadas por lugares y momentos que ya no existen.

Pero llega un día en que algo se quiebra, y al mismo tiempo, algo se ordena dentro de ti. Una certeza silenciosa, pero firme.

El día en que dices basta, no desde el enojo ni desde el miedo, sino desde una profunda reverencia por ti mismo. Y entonces eliges diferente. Ya no por impulso, sino por integridad.

El salto cuántico empieza ahí: cuando dejas de girar en círculos y comienzas a moverte en espiral.

Cuando no necesitas que todo esté resuelto para empezar a serte fiel. Cuando comprendes que habitarte con dignidad es más valioso que ser comprendido por todos.

Porque el verdadero cambio sucede cuando ya no puedes seguir ignorando tu verdad. Y cuando te haces cargo de ella, el universo responde.

Las puertas se alinean, los caminos se despejan, las señales aparecen. No porque todo afuera cambie, sino porque tú ya no eres el mismo.

Y es justo ahí, en esa decisión íntima, donde la realidad comienza a reconfigurarse.

No como un milagro caído del cielo, sino como el resultado inevitable de tu regreso a casa. El verdadero salto no es hacia otro lugar. Es hacia ti.

“Cuanto más perfecto uno luzca por fuera,
más demonios tendrá por dentro”
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Psicoterapia Práctica
Manuel David Martínez
Psicoterapeuta Consultas
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