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VIVIENDO CON SENTIDO | ¡YA ES SUFICIENTE! - Los hombres débiles viven al ritmo de sus emociones. Si se sienten bien, avanzan. Si se sienten mal, se detienen. Son como hojas arrastradas...

Los hombres débiles viven al ritmo de sus emociones. Si se sienten bien, avanzan. Si se sienten mal, se detienen. Son como hojas arrastradas por el viento, cambiando de dirección con cada brisa de incertidumbre...

VIVIENDO CON SENTIDO | ¡YA ES SUFICIENTE! - Los hombres débiles viven al ritmo de sus emociones. Si se sienten bien, avanzan. Si se sienten mal, se detienen. Son como hojas arrastradas...

DAVID MANUEL MARTÍNEZ PÉREZ
Psicoterapeuta Clínico Certificado en Hellinger Sciencia ®

“PERCIBIENDO EL OTRO LADO DE LA REALIDAD”

Los hombres débiles viven al ritmo de sus emociones.

Si se sienten bien, avanzan.

Si se sienten mal, se detienen.

Son como hojas arrastradas por el viento, cambiando de dirección con cada brisa de incertidumbre.

No tienen norte, no tienen estructura, no tienen dominio.

Cada crítica los desestabiliza, cada fracaso los derrumba, cada rechazo los deja paralizados.

Su estado emocional define su rendimiento, y por eso nunca alcanzan nada que trascienda.

Porque no se puede construir un imperio con una mente que se quiebra ante la primera tormenta.

Los hombres que viven así son prisioneros de su inestabilidad, víctimas de su propia falta de control.

El hombre emocionalmente débil es reactivo, no estratégico.

No planifica, reacciona.

No analiza, explota.

Grita cuando debería callar, se rinde cuando debería insistir, huye cuando debería resistir.

Y lo más trágico es que llega a creer que ese caos interno es normal.

Que vivir frustrado, confundido o alterado es simplemente “parte de ser humano”.

Pero no lo es.

Ese es el costo de no entrenar la mente, de no disciplinar el alma.

El hombre que no se domina a sí mismo será dominado por todo: por las circunstancias, por las mujeres, por sus emociones, por sus debilidades.

Y una vida así no es vida; es supervivencia.

El hombre fuerte, en cambio, no niega sus emociones, pero no se arrodilla ante ellas.

Siente miedo, pero actúa.

Siente rabia, pero se controla.

Siente dolor, pero sigue avanzando.

Entiende que la vida no se detiene a esperar que se sienta listo.

Que el tiempo no espera a nadie.

Así que elige convertirse en su propio líder, en su propia fuente de fuerza.

Su disciplina no depende del ánimo, depende de su propósito.

Porque cuando tienes visión, el cansancio no te detiene, el rechazo no te quiebra y el fracaso no te define.

Esa es la diferencia entre el débil y el fuerte: el débil siente y se detiene; el fuerte siente y avanza igual.

Pero hay un nivel superior: el hombre sabio.

El que no solo domina, sino que comprende.

El que no solo resiste, sino que interpreta.

El sabio no reprime sus emociones, las entiende.

Sabe que no todas las emociones son enemigas; algunas revelan verdades profundas.

Pero también sabe que no todas merecen obediencia.

Tiene la inteligencia emocional para usar lo que le fortalece y eliminar lo que le resta poder.

Esa es la verdadera madurez: poder sentir sin perder firmeza, poder amar sin perder el enfoque, poder tener poder sin volverse insensible.

El sabio no se deja arrastrar por el caos ni se esconde detrás de una falsa frialdad.

Él fluye, pero siempre desde el control.

Hoy la mayoría de hombres vive atrapada en los extremos.

O son débiles dominados por el drama, o se vuelven fríos y vacíos creyendo que eso es fortaleza.

Ninguno de los dos caminos construye grandeza.

El primero te vuelve inestable; el segundo, inerte.

El verdadero poder está en el dominio.

En poder sentir sin perder el control.

En poder responder sin reaccionar.

En poder permanecer en calma mientras todos los demás se derrumban.

Esa es la diferencia entre un hombre común y un hombre de élite: el primero vive condicionado por lo que siente, el segundo actúa guiado por lo que sabe.

Y cuando alcanzas ese nivel de autocontrol, te vuelves verdaderamente peligroso.

No porque busques conflicto, sino porque nadie puede sacarte de tu centro.

Te vuelves un hombre que camina firme, que impone presencia sin decir una palabra.

Tu energía se vuelve una declaración silenciosa de poder.

No necesitas demostrar nada, porque el dominio interior se siente, se respeta y se teme.

Ese es el tipo de hombre que conquista sin gritar, que lidera sin imponerse, que inspira sin pedir atención.

Decide ahora: o sigues siendo controlado por tus emociones o las conviertes en tu mayor arma.

“El único queso gratis, está´en la ratonera”

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¡No te equivoques!

Ven, te presto mis zapatos. No sólo para que camines, sino para que entiendas el camino que he recorrido.

Para que sientas el peso de los días en que la espalda me dobló el cansancio, y el frío de las noches en las que el silencio fue mi única compañía. Ven, te presto mis zapatos.

Para que te mojes con la lluvia que caló mi alma, y tropieces con las piedras que traté de esquivar.

Para que comprendas que no siempre elegí perder, que a veces no había otra opción más que seguir adelante.

Ven, te presto mis zapatos.Para que veas que detrás de cada decisión hubo miedo, que detrás de cada error quedó una herida, y que detrás de cada sonrisa, hay una historia que pocos conocen.

Es fácil juzgar desde lejos, cuando no te duelen los pies, cuando no cargas el cansancio, cuando no viste cómo los sueños se desvanecieron uno a uno.

Ven, camina en mi lugar,siente mis pasos, mis dudas, y quizás entonces entenderás que no soy tan fuerte como aparento, ni tan débil como algunos creen.

Porque nadie puede juzgar una historia que no vivió, nadie puede hablar del peso del otro sin sentirlo en carne propia.

Así que, ven, ponte mis zapatos, camina mi camino… y dime si todavía te atreves a juzgarme.

Me gustan las personas que llevan
una tormenta en su alma”.
“Esas que han sufrido toda la vida.
Esas personas que tienen algo que contar”

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Psicoterapia Práctica
Manuel David Martínez
Consultas Previa Cita 229-7799859