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VIVIENDO CON SENTIDO | - Cuando todo parece salir mal… una cosa tras otra. Desde el enfoque psicoanalítico, no existe la casualidad en el psiquismo. El sujeto no sólo padece su realidad, también la habita con sus marcas...

Cuando todo parece salir mal… una cosa tras otra. Desde el enfoque psicoanalítico, no existe la casualidad en el psiquismo. El sujeto no sólo padece su realidad, también la habita con sus marcas inconscientes. Hay momentos donde pareciera...

VIVIENDO CON SENTIDO | - Cuando todo parece salir mal… una cosa tras otra. Desde el enfoque psicoanalítico, no existe la casualidad en el psiquismo. El sujeto no sólo padece su realidad, también la habita con sus marcas...

DAVID MANUEL MARTÍNEZ PÉREZ

PSICOTERAPEUTA CLÍNICO Certificado en Hellinger Sciencia

Cuando todo parece salir mal… una cosa tras otra. Desde el enfoque psicoanalítico, no existe la casualidad en el psiquismo.

El sujeto no sólo padece su realidad, también la habita con sus marcas inconscientes.

Hay momentos donde pareciera que la vida se ensaña: una pérdida, un conflicto, un síntoma que irrumpe, un abandono inesperado… y entonces, el sujeto repite. Repite sin saber.

Repite desde lo que no ha sido puesto en palabras, desde lo que no se ha tramitado, desde ese dolor primario que aún no tiene representación.
Lo que llamamos “mala racha”, muchas veces es la expresión de un orden interno que busca salir a la superficie, de un conflicto que retorna en forma de síntoma, de elección inconsciente, o de destino aparente.

¿Por qué justo ahora? ¿Por qué todo junto?

Porque cuando el psiquismo ya no puede sostener más, lo que fue reprimido retorna.

Y lo hace en lo cotidiano: en vínculos que se rompen, en decisiones que fracasan, en un cuerpo que se enferma. No se trata de culpas. Se trata de volver a mirar la historia.

Porque sólo lo que se vuelve consciente puede transformarse.


Entonces… cuando todo parece salir mal, quizás sea el momento de dejar de correr, y en su lugar, comenzar a escuchar.


Escuchar la angustia. Escuchar el síntoma. Escuchar lo que en silencio te está gritando desde hace tiempo.


Porque el dolor que no se habla, se actúa. Y lo que no se nombra, se repite.

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La familia no siempre es refugio.

Los estoicos enseñaban que nacemos con deberes hacia la humanidad, no hacia vínculos impuestos por sangre.

Epicteto decía:

“Lo que no depende de ti, no te pertenece”.
Y a veces, eso incluye el amor de tus padres o la comprensión de tus hermanos.
La familia puede ser refugio, pero también puede ser cárcel emocional.
Nos enseñan a idealizarla, a justificar todo “porque es tu mamá”, “porque es tu papá”, “porque es tu sangre”.
Pero el estoico sabe: el verdadero deber es con la virtud, no con la costumbre.

¿Qué es más sano: mantener el lazo o proteger tu mente?

La psicología lo confirma: los vínculos familiares tóxicos pueden dejar heridas más profundas que cualquier batalla externa.

Crecemos buscando aprobación, cargando culpas que no elegimos, repitiendo patrones que no entendemos.

Y cuando despertamos, nos duele más ver que el enemigo no estaba afuera, sino en la mesa del comedor.

Pero el estoico no odia. Observa. Acepta. Actúa.

No se trata de cortar, se trata de comprender: tú no eres responsable de sus traumas, ni de curarlos.

Tu paz interior no necesita permiso, ni apellidos.

Lo que sí necesita es coraje: para poner límites, para sanar sin ruido, para amar sin aferrarse.
Porque a veces, el mayor acto de amor… es alejarse!

“Algo que las personas necesitan entender sobre la gente extremadamente amorosa, linda y amable, es que su otro lado es igual de extremo. Es el infierno que sobrevivieron lo que los hace gentiles.
No confundas su autocontrol por debilidad. La bestia dentro de ellos no está muerta, sólo está durmiendo”.

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Marco Aurelio no escribió desde la victoria… escribió desde el dolor.
Pérdidas, traiciones, guerras, peste, cansancio…

Y aún así, cada día abría su cuaderno y se recordaba algo:

“El obstáculo en el camino… se convierte en el camino”.
No porque fuera fácil. No porque se sintiera fuerte.
Sino porque había entendido una verdad brutal y hermosa:
El dolor no te detiene… te forma.
Lo que te frena por fuera, te moldea por dentro.
Y lo que hoy parece un muro, mañana será tu base.

Si estás en un punto donde no sabes cómo seguir, donde todo pesa y nadie te anima… esto puede ayudarte a sostenerte desde adentro.

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CUANDO EL AMOR CUMPLE SU CICLO, LA VOZ SABIA SUELTA

En la comunicación afectiva, también aprendemos a despedirnos.
A veces, lo que llamamos “separación” no es un fracaso…

Es una evolución.

Un acuerdo profundo -a veces silencioso-, donde dos almas reconocen que su camino conjunto ya no nutre, ya no florece, ya cumplió su propósito y que uno o ambos deben evolucionar.

Y entonces, la palabra más poderosa no es “quédate”, sino: “gracias… y sigue creciendo”.

No se trata de abandono. Se trata de libertad.

De honrar lo que fueron, lo que dieron, y lo que transformaron juntos.

Separarse no es romper. Es comprender que el amor invita a crecer, sanar, separarse conscientemente, tal vez con propósito de mejorar cada uno, trabajar en sus heridas y miedos.

Y si el amor alcanza replantear la relación.

Y ahí, donde antes había apego, nace algo más valiente:

El respeto por el camino del otro.

La gratitud por lo vivido.

El coraje de seguir adelante, desde el alma.

Porque cuando la comunicación es consciente, hasta una despedida puede ser un acto de amor que libera, en lugar de una herida que duele.

Y lo que fue verdadero… seguirá vibrando en la memoria emocional de nuestras voces.

Da las gracias a lo que fue tal cual y como fue y al maestro o maestra que tuviste.

Eso te liberará y te permite abrirte a lo que viene y a lo que tienes que sanar.

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