Por el Dr. Rafael V. Aguirre Meneses
Dolor y arte
Hay dos aspectos que se deben señalar antes de que usted, amable lector, inicie esta lectura.
En primer lugar, esta colaboración se refiere a una serie de pensamientos comentados en voz alta que ingenuamente han quedado por escrito; en segundo lugar, déjeme decirle que, el que esto escribe, no es experto en arte aunque un poco en dolor, por lo que le pido considerar su lectura en este contexto y de ser posible, ser indulgente con su servidor.
Existen muchas definiciones de arte; es decir, aún no se ha llegado a un acuerdo acerca de qué es el arte.
Pensamos que el arte es una representación estética de los diferentes aspectos del vivir.
El arte constituye, para el aficionado, una dimensión inmaterial de la existencia, una proyección de la ilusión en lo real, que permite experimentar el pasado en el presente y lo lejano en la proximidad.
Perceptible por los sentidos, apenas comprendido, el arte se vive en un estado de introspección.
Cada cual lo experimenta de manera diferente, según sea conocedor o no.
Y aunque el saber refuerza las sensaciones, no puede llenar la ausencia de sensibilidad visual.
Sin duda, el saber nunca es completo y la mirada de cada uno, en cada época, viene de un ángulo determinado, diferente.
La visión que tenemos del arte no es sino parcial, a causa del vector cultural de un tiempo y un lugar dados.
Por otro lado, al igual que con el arte, existen muchas definiciones de dolor, quizá porque en ambos casos asumimos erróneamente que nos referimos a una sola entidad, coherente y unificada, cuando esto no es así.
Aristóteles consideraba al dolor como una emoción, como la alegría, y Descartes lo veía como una sensación, como el frío o el calor.
El dolor lo vive el paciente, entre otras cosas, en un estado de introspección, tratando de encontrar un significado.
Cada paciente lo experimenta de manera diferente, siempre impregnado con el significado personal y el social generado por la cultura especifica que lo rodea en un momento dado.
El dolor siempre pertenece a un individuo en un lugar específico y en un tiempo determinado.
El dolor, como el amor, está entre las experiencias humanas básicas que nos hacen ser lo que somos: humanos.
La humanidad ha comprendido el dolor como un evento que demanda interpretación.
El paciente busca frecuentemente una explicación satisfactoria a lo que le sucede.
El dolor es siempre personal y cultural, abierto al influjo variable del significado.
El dolor no es sólo un estímulo transmitido por vías específicas; es una percepción muy compleja, cuya naturaleza depende no sólo de la intensidad y tipo de estímulo, sino de la situación en que se realiza y del estado afectivo o emocional del individuo.
El dolor es a la estimulación somática como la belleza a la estimulación visual: altamente subjetiva.
El dolor, como el arte y muchas experiencias humanas, se constituye a través de un proceso misterioso que conjuga las sensaciones con las emociones, la percepción, el lenguaje, el tiempo y el lugar.
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