Texto y foto: Cony Herrera López/NOTIVER
Invitada a ofrecer unas palabras en el Concierto de Julio, con motivo de los 70 años del Instituto Veracruzano de Bellas Artes, hoy Escuela Municipal de Bellas Artes de Veracruz, Mukuy Ayala Lagos, hija de los fundadores Daniel Ayala Lagos y Margarita Lagos Beltrán, conversa con NOTIVER.
“Estoy muy emocionada, este momento me trae muchos recuerdos, sobre todo del actuar de los dos, porque en el programa ponen hija del fundador, pero no, fueron dos, Daniel y Margarita, porque se complementaban”, comenta al iniciar la entrevista.
Mukuy habló de sus padres y hermanos: “Ella era pianista y soprano dramática; él, violinista, compositor y director de orquesta; se casan en México y en 1955 los envían aquí a Veracruz, para fundar el Instituto Veracruzano de Bellas Artes.
Todos sus hijos teníamos la obligación de estudiar música y tratar de tocar algún instrumento; fuimos siete: Margarita, Nicté-Ha, Carmela, Ignacio, Francisco, ya murieron, sólo vivimos dos: Daniel de 90 años y yo; en mi caso, empecé desde el coro infantil, de niña aprendí piano y más grande flauta; pero a mí me llamó más la atención la antropología que la música”.
Al preguntarle de las vivencias con sus padres, además de la fundación de esta escuela, comparte: “Ellos estuvieron comisionados tanto en Morelia, Michoacán, como en México, ahí fue donde ellos empezaron a participar, mi padre como compositor, mi madre también compuso unas que otras piezas, pero se dedicó más al canto.
Ellos se complementaron siempre, porque él componía, teniéndola a ella como su musa, si revisas la mayoría de las obras, es para voz de soprano, como ella”.
Mukuy agrega que se complementaron a tal grado de ella, era su cómplice y la que le brindó un apoyo profesional incondicional: “Te pongo un ejemplo, él se despertaba a las tres de la mañana a componer, pero cuando algo no le sonaba muy bien, iba con Margarita y le decía a ver Margot, toca este acorde y ella en el piano lo tocaba, le daba indicaciones de algunos cambios y ya quedaba, eran muy unidos; la verdad jamás los vi pelear, era un matrimonio ejemplar”.
De las palabras que ofreció durante el concierto, le preguntamos qué le llega más a su corazón: “A mí lo que me interesa resaltar, es precisamente los problemas económicos, muchas humillaciones sobre todo él, por su color de piel, por hablar en maya, por hablar con el tonito de los yucatecos, ya ves que siempre todo el mundo se burla; por su estatura ya que era muy chaparrito, pero a pesar de eso, de venir de un poblado, de una familia de extracción indígena, con su lengua materna maya, él descubre su talento ahí mismo en su pueblo Abalá, le empiezan a enseñar música, se fija una meta que se antoja muy alta y que es llegar a ser profesional en la música”.
Mukuy nos cuenta que Daniel Ayala pasa por muchos problemas sobre todo de tipo económico, de Yucatán llega a Veracruz y después a México con dinero que consigue para los pasajes: “Y así llega a México, con su violín, con una o dos mudas, uno que otro centavo, pero con su gran talento; lo hospeda un amigo suyo también yucateco, que estaba estudiando el chelo; pero a las cuatro de la mañana se iba a la chocolatería de un tío que estaba en el mercado, a hacer las entregas; después hacía entregas de un carnicero; medio comía algo y se iba con su cajón de voleo a la Plaza Grande a volear zapatos; cerca del mediodía se ponía a hacer un poco de arco, con su violín que era un gran instrumento para él, porque su papá no quería que se dedicara a la música, pero entonces el maestro que le enseña por primera vez le hace una especie de conciertito, y en una presentación musical con su familia la mamá queda encantada, y ahí mismo se cooperan para comprarle un violín de tres cuartos, que en aquel entonces costaba 12 pesos”.
Para concluir, Mukuy dice que Daniel Ayala llega a México en 1927, y por otro lado está Margarita su esposa, que nace en Salta Barranca, es una niña bien, pero queda huérfana de pequeña y una tía se hace cargo de ella, llega a México en 1929.