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El fin de semana se cumplió un mes de que las inundaciones devastaron el norte de Veracruz y el balance no solo es negativo en términos humanitarios y económicos sino también en lo políticos y la gobernanza. ¿Qué se tiene a treinta días...

Por Andrés Timoteo

UN MES DESPUÉS

El fin de semana se cumplió un mes de que las inundaciones devastaron el norte de Veracruz y el balance no solo es negativo en términos humanitarios y económicos sino también en lo políticos y la gobernanza.

¿Qué se tiene a treinta días del desastre? Treinta y siete muertos, seis desaparecidos, cuarenta municipios afectados, 45 mil viviendas dañadas y al menos 200 mil damnificados, aunque el gobierno solo reconoce 25 mil.

Además diez mil comercios afectados, 66 mil hectáreas de cultivo siniestradas y 46 poblados incomunicados.

Lo anterior en lo humanitario y material pero en lo político también ha devastación sobre todo en el llamado "segundo piso de la cuarta transformación" que a nivel local lo representa el gobierno de la zacatecana Rocío Nahle: lentitud, ineficacia, negligencia, indolencia, insuficiencia, despotismo, altisonancia y el afán de aprovechar la tragedia para sacar renta partidista.

La gobernante en turno y sus corifeos acusan a los demás -partidos políticos, principalmente Movimiento Ciudadano, creadores de contenido, periodistas y tuiteros- de hacer carroña de la emergencia y lucrar políticamente con la misma, pero en los hechos ellos son más descarados con tal práctica.

Ahí están las despensas donadas por el gobierno de Taiwán que fueron etiquetadas con el nombre de la senadora morenista Raquel Bonilla, muy cercana al matrimonio Peña Nahle, y la propia orden de la mandataria para que la policía y soldados bloquearan y decomisaran la ayuda humanitaria de terceros a fin de que fuera repartida únicamente por funcionarios de la '4T'.

O la promoción personal y partidista de funcionarios estatales y legisladores locales que acudieron al norte a repartir despensas y se tomaron fotografías con los damnificados para luego distribuirlas en boletines o pegarlas en las curules del parlamento en Jalapa.

Pero la afectación más severa se la llevó la propia Nahle, ella salió más dañada que la institución que representa.

Se le vio despótica, intolerante, tardía, desubicada y desinformada -ni siquiera conocía los municipios afectados ni otras cifras y hasta fue regañada por la presidenta Claudia Sheinbaum en las reuniones de evacuación, según documentaron los columnistas nacionales-.

También se le vio alterada, muy alterada, y encolerizada.

Vaya, hasta el ganó el mote de "La Tía Corajes"

"pues así se mostró cada vez que tenía que responder las preguntas de la prensa."

Por prelación y la responsabilidad del cargo, la tlaxcalteca Guadalupe Osorno debió ser la funcionaria más afectada por el aluvión, pero no es así.

El fenómeno es digno del análisis político a fondo: la jefa de Osorno es quien pagó los 'platos rotos' por las negligencias e ineficiencias en lugar de ser la funcionaria secundaria que nunca se manchó su calzado, el cual permaneció todo el mes impecablemente prístino.

Los tenis blancos de la tlaxcalteca Osorno son el icono gráfico de la tragedia.

En resumen, la zacatecana es la más damnificada por los anegamientos en el norte veracruzano, aunque -ojo- no es la víctima.

Se llevó el daño político por sus desplantes y una pésima estrategia de comunicación institucional.

No es víctima, se recalca, aunque tanto ella como sus propagandistas le quieran robar dicho estatus a los pobladores del norte.

No, es simplemente la representante de una administración inoperante, omisa y anodina.

Tal es su balance del mes.

LOS FESTIVALES

En Poza Rica, uno de los municipios más afectados, se pusieron a bailar 'chunchaca' en lo que llamaron el "LodoFest" o el "Festival del lodo".

Los organizadores y participantes argumentan que la tragedia no les quita recurrir a la alegría y el huaracheo para celebrar la solidaridad y generosidad de la gente, y así tratar de superar la tragedia.

Bien por esa ingeniosa forma de resiliencia, pero en la lectura político-social el que haya un festejo sobre el lodo es el reconocimiento tácito de que la población es víctima de autoridades fallidas, tanto a nivel estatal como municipal.

Danzar en medio del fango -seco ahora en muchas partes- parece divertido pero en realidad es el 'flashazo' para sopesar cómo están las cosas a un mes de que golpe dado por las corrientes desbordadas de los ríos.

Esa música 'chunchaquera' en los sitios destrozados es, obviamente, el retrato del abandono de los afectados por parte de los gobernantes -la estatal y los municipales, se repite- y el fracaso de la gobernanza, de esos burócratas que cobran mucho y hacen poco, casi nada.

Entonces, si se trata de organizar un festival por cada tragedia o fracaso gubernamental del nahlismo pues se tendrían que celebrar el "BarrenaFest" por los brotes del gusano barrenador, el "MotínFest" por el motín-masacre en el penal de Tuxpan.

También el "FeminiciFest" por la ola de feminicidios, el "SicariaFest" por los políticos y civiles asesinados por sicarios, el "HuachicolFest" por la mini-refinería y depósitos de combustible hechizo o robado descubiertos en la entidad, el "CorrupFest" y así sucesivamente.

Veracruz bajo el gobierno nahlista pronto estará lleno de festivales ligadas a las tragedias y fracasos hasta llenar el calendario gregoriano.

*Envoyé depuis Paris, France.