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TEXTO IRREVERENTE | UN ARTE ETERNO - Envejecer haciendo periodismo no es sinónimo de obsolescencia ni de ser retardatario. La llamada ‘vieja guardia’ de la reporteada y del análisis periodístico...

Envejecer haciendo periodismo no es sinónimo de obsolescencia ni de ser retardatario. La llamada ‘vieja guardia’ de la reporteada y del análisis periodístico no debe mecerse en las teorías arcaicas e ideas inamovibles ni en la sensación de...

Por Andrés Timoteo

UN ARTE ETERNO

Envejecer haciendo periodismo no es sinónimo de obsolescencia ni de ser retardatario.

La llamada ‘vieja guardia’ de la reporteada y del análisis periodístico no debe mecerse en las teorías arcaicas e ideas inamovibles ni en la sensación de que todo lo nuevo está baldado.

Hay estudiosos, colegas mismos de profesión, que se han encargado de documentar el fenómeno del edadismo -entiéndase: vetustez- en el ejercicio periodístico y dan pistas para determinar si un reportero o columnista ‘ya chochea’ -en el buen término de la palabra- al redactar.

Uno, que recurra a la autorreferencia alegando que lo que él ha escrito es cosa juzgada -“como lo cité”, “como lo escribí”, son ejemplos-.

Dos, decir que lo de antes siempre fue mejor y machaque en anécdotas y vivencias suyas o de los personajes que ha cubierto no como una comparación de rigor sino como ejemplo insustituible de que lo debe privar.

Tres, recurrir a los lugares comunes, las frases y muletillas de siempre sin enriquecer su vocabulario.

Y cuatro, descalificar en automático todo lo innovador, inusual, lo que hacen las juventudes con sus inventos y genialidades.

Eso último es lo más peligroso porque el periodista pierde, a voluntad propia, la capacidad de asombro y la curiosidad nata que debe tener.

No hay que espantarse ante lo nuevo ni despreciarlo, hay que reportearlo.

Muy cierto.

Hace un par de semanas, el escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Cervantes de Literatura 2025 abordó ese edadismo tanto en la práctica periodística como la literaria y, en global, en la intelectualidad, en un reflexivo artículo publicado en el diario español El País, el 21 de noviembre, con el título “El eterno arte de contar”.

Llama a no caer en la trampa de desdeñar la vanguardista comunicación digital y, en específico, las famosas redes sociales.

En los periodistas y escritores, sentencia, el contar incluyendo lo novedoso y con instrumentos novedosos no es una opción sino una obligación.

“Narrar es tan viejo como el mundo. Creamos historias y nos atrae escucharlas, estamos hechos para eso; no podemos vivir sin la invención”.

Ramírez, de 83 años, reconoce:

“cuando uno se adentra en la edad provecta -palabra esta a la que siempre temí, pero ahora debo afrontar- debe cuidarse mucho de no aislarse del mundo que sigue andando alrededor con su vértigo de siempre.
Saber atrapar el presente y no convertirse uno mismo en pasado”.
“Y primero que nada, buscar entender lo que nos parece extraño. ‘No sea yo viejo gruñón, ni avaro, ni enteramente viejo’, nos recuerda el poeta Salomón de la Selva.
El martilleo discordante del reguetón y sus letanías monocordes, los influencers que se alimentan de likes o perecen, o los narradores de TikTok, un universo donde todo ocurre en la superficie y es instantáneo”.

DE “LA ODISEA” AL TIKTOK

“Parece poco intelectual hablar de TikTok, pero es allí donde está la trampa que te pone la inmovilidad del aislamiento, que te lleva a ignorar o a desdeñar lo que de lejos te parece banal.
Pero lo que rechazas por vano y superfluo no es más que una repetición del pasado con distintas vestiduras, porque el tiempo vuelve a cerrarse siempre sobre sí mismo”.
“Entre los tiktokeros existen los ‘creadores de contenido’, contadores de historias por medio de videos en series de varios capítulos breves.
Cada vez que nos cuentan algo ficticio, o que ha ocurrido en realidad, estimulan nuestras emociones”.
“Las historias que cuentan, todas están basadas en ese conflicto primario y elemental del bien contra el mal.
Ese conflicto es uno de los ejes centrales de toda narración, desde la Odisea a los folletines que se alargaban infinitamente, y que fueron a dar a la literatura de cordel, y luego a las radionovelas, a las telenovelas, y finalmente a las series del streaming.
Su versión sintética, o encapsulada es la del TikTok”.
“Hay creadores de contendido con mucha audiencia, que llegan a disponer de sus propios equipos de producción y alcanzan a ‘monetizar millones, pero los que me interesan son los creadores caseros que son a la vez guionistas, camarógrafos, directores de escena, productores y forman parte del reparto de actores”.
“Los escenarios son las cocinas y las salas de estar de sus propias casas, o las calles de la vecindad, sus ambientes de trabajo, los lugares que frecuentan, y en los episodios se entremezcla la vida cotidiana.
Es un arte doméstico que busca audiencia”.

Según Ramírez, los tiktokeros, feisbukeros, youtuberos, instagrameros y demás si bien no son todos periodistas o escritores sí están trepados en el mismo carro al honrar ese arte eterno de contar.

Y logran hacerlo genialmente en apenas instantes.

“La regla de oro del creador de contenido es apelar a las emociones, y aunque los argumentos sean simples, no deja de ser un arte meritorio poder contar el capitulo de una historia en un minuto, y hasta en treinta segundos”, concluye.

Eso debe interesar a los comunicadores cuyo deber es entenderlos y reportearlos como una realidad vigente y creadora.

En una frase: que la edad no aísle ni haga obsoleta la tarea del periodista ni al periodista mismo.

*Envoyé depuis Paris, France.