
Por Andrés Timoteo
JUGAR PARA LOS DIOSES
Monumental, mágico, misterioso y meritorio.
Así definen arqueólogos y antropólogos a El Tajín, la ciudad prehispánica que se ubica cerca de Papantla, al norte veracruzano, y cuya datación supera los mil 500 años.
A pesar de la creencia colectiva, El Tajín no es totonaca pues existió mucho antes de que esa cultura tardía se asentara en la zona.
Los estudios apuntan a que comenzó a construirse en el siglo VI después de Cristo y tuvo su apogeo por los siglos X y XI.
Vaya, cuando la Europa medieval urbes como Londres y París no rebasaban los 15 y 10 mil habitantes, El Tajín tenía más de 20 mil y destacaba en el México precolombino como un centro de poder político, religioso y comercial.
Sus constructores habrían sido los teotihuacanos, aunque otros dicen que los toltecas.
Y Tajín no es su nombre original, así le pusieron los totonacos en honor a su Dios del Trueno cuando arribaron al sitio muchos siglos después.
De hecho, la ciudad fue sepultada con tierra cuando lo abandonaron sus pobladores primigenios.
Estuvo oculta por centurias y fue hasta el siglo XVIII cuando Diego Ruiz, un terrateniente del Virreinato, descubrió la cúpula de la Pirámide de los Nichos en 1785.
No obstante, fue hasta 1924 cuando se comenzó a excavar y hasta setenta años después quedó develado el 30 por ciento del mismo.
Es lo que hoy se conoce, el resto sigue bajo tierra.
Hoy sábado se cumplen 33 años que fue declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
¿Y qué creen?
En el gobierno nahlista ni se acordaron de la fecha.
En Perú, por ejemplo, se realizaron eventos todos los meses el 2023 -conciertos, simposios, muestras de arte- para celebrar el 40 aniversario del mismo nombramiento para Machu Pichu.
Oaxaca reunió en el 2012 a investigadores de todo el mundo por el 25 aniversario de Monte Albán y Yucatán dedicó todo el 2018 a festejar el 30 aniversario de Chichén Itzá.
Claro, eso fue posible porque aún no llegaban los zafios gobernantes guindas.
Todo este 2025 debió ser de eventos de talla internacional en Veracruz pues la efeméride era idónea para que fuera aprovechada en el primer año del gobierno de la zacatecana Rocío Nahle.
¿A poco El Tajín no es un tesoro para “poner de moda a Veracruz” ante el mundo como lo prometió?
Pero ni un posteo en las redes sociales le valió
¿Hipótesis?
Una, como la gobernante no de aquí pues ni conoce ni le interesa el asunto.
Su ignorancia sobre Veracruz es tan supina que encaja en la alegoría del naturalista italiano Antonio Raimondi sobre aquel mendigo que se pasó 30 años pidiendo limosna sentado en un banco de oro.
Segunda hipótesis.
Siendo un tema que requiere ilustrarse, a Xóchitl Molina, la secretaria estatal de Cultura, no le atrajo.
A esta señora háblenle de bailables folclóricos, puestos de antojitos y tenderetes con artesanías.
Por si fuera poco, la zona arqueológica está muy descuidada.
Su museo lleva años cerrado y las pirámides en un lamentable deterioro.
El Tajín bien podría resonar ahora mismo, previamente al Mundial de Fútbol 2026 en el que México es una de las sedes, pues allí se jugaba pelota desde antes que se inventara el fútbol.
La ciudad prehispánica con sus 21 canchas es la segunda en Mesoamérica como más espacios para este deporte solo superada por La Cantona, en Puebla, que tiene 27.
El fútbol como tal lo “inventaron” los ingleses en 1863 pero en El Tajín ya se jugaba pelota doce siglos antes, aunque no a patadas sino a caderazos y con bastones ceremoniales.
Además se competía para los dioses porque cada partido era un ritual y el triunfo un pase a los cielos.
¡QUE LOS OFRENDEN!
Historiadores como el británico Marvin Cohodas, el estadounidense Lothar Knauth y la belga Annick Daneels describen al juego de pelota como una ceremonia poético-celestial.
Knauth en su libro “El juego de pelota y el rito de la decapitación” (1961) lo llama “un contrato cósmico” para mantener el equilibrio del universo que incluía el sacrificio de los ganadores a fin de “alimentar a los dioses”.
Los vencedores tenían el honor de ser ofrendados por decapitación pues serían felicitados ‘personalmente’ por las deidades.
Ciertamente, El Tajín es uno de los pocos sitios -el otro es el maya Chichén Itzá- con estelas representando el sacrificio de esos jugadores.
¡Gran idea!
Ahora en el Mundial bien podría retomarse tal ritual, aunque al revés y que se ofrezcan en sacrificio a los de la Selección Mexicana sino llegan siquiera a cuartos de final.
Sería estupendo por decepcionar a la ‘Diosa Afición’, ¿no creen?
Por cierto, en la región de Coatzacoalcos se han localizado balones de caucho de hace un milenio y en San Lorenzo Tenochtitlán, en Texistepec, canchas de la misma época.
Y se estima que en El Tajín hay más campos sin descubrir, algunos que estuvieron semitechados, con vestidores y baños de temazcal -saunas- como estadios modernos.
Si se continuara excavando seguro rompería récord en espacios deportivos para la época precolombina.
Por monumental, El Tajín hubiera sido sede meritoria de una copa mundial en la antigüedad.
Es una lástima que se tengan autoridades tan incultas como desinteresadas.
*Envoyé depuis Paris, France.