
Por Andrés Timoteo
EL RETORNO DEL REY
Pareciera uno de los títulos en la trilogía J. R. R. Tolkien pero es la referencia a un acto en el templete político nacional: el regreso del veracruzano Dante Delgado Rannauro a las lides electorales tras su convalecencia para enfrentar -y dicen que superar- un cáncer.
Reapareció la semana pasada en Guadalajara durante el primer informe del gobernador jalisciense Pablo Lemus y fue recibido con vítores por la turba anaranjada, a semejanza de un jerarca que retornó para retomar las riendas del partido que fundó hace 26 años.
Movimiento Ciudadano (MC), llamado así desde el 2011, nació como Convergencia por la Democracia en 1999 y después del 2002 se llamó simplemente Convergencia.
“Soy uno más del movimiento”, dijo Delgado frente a la multitud. Ajá.
Eso únicamente es modestia para la foto porque hoy, dado el contexto y el ‘timing’ -como le dicen ahora a la coincidencia de tiempo- es uno de los personajes más influyentes de la política mexicana y el único veracruzano en las ligas mayores de la misma.
Cierto, ya no preside oficialmente a MC -lo hace el zacatecano Jorge Álvarez Máynez- pero es el poder tras el trono y quien tendrá una voz decisoria para el 2027 y el 2030.
Delgado Rannauro posiblemente recogerá la cosecha más importante del movimiento político que inició hace casi tres décadas y por el cual pagó con cárcel, persecución y mordacidades del sistema priista de aquel tiempo.
Él y su partido acompañaron el empuje progresista del país en los últimos años.
Arropó las candidaturas presidenciales del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador en el 2006 y 2012, pero supo reconocer las señales y separarse a tiempo de ese personaje -ya no lo postuló en el 2018- quien luego de ganar en el 2018 y convertirse en mandatario destruyó las instituciones democráticas de la nación.
Esa ruptura fue una inversión a largo plazo porque ahora mismo MC es considerado la fuerza política opositora más fuerte y creciente del país, tiene al menos dos posibles candidatos presidenciales de peso para el 2030 – el senador Luis Donaldo Colosio Riojas y el gobernador de Nuevo León, Samuel García-.
En Veracruz es la segunda fuerza política tras Morena y nadie dude que dará una batalla férrea por la gubernatura en el 2030.
Dante Delgado para nada es un personaje infalible ni un héroe mítico -el título y referencia a la obra del británico Tolkien en el texto es ilustrativa-, pero sí uno que protagoniza la historia político-electoral del presente.
Hombre de su tiempo, con claroscuros, con asuntos encomiables y otros cuestionables, pero con el bagaje y autoridad políticos que ya se ven en pocos.
También es el único exgobernador veracruzano que puede caminar por las calles sin que lo abuchee la gente.
Y, por si faltara algo, la sola mención de su nombre o el de su partido hace entripar a la zacatecana Rocío Nahle y a sus corifeos.
Y eso lo deberá aprovechar para ayudar a su estado natal a fin de sacudirse la calamidad guinda en las justas electorales por venir.
¡A MARCHAR!
La movilización del sábado va agarrando forma.
La convoca la Generación Z, la visten los sombreros, tanto el que usaba el alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, asesinado el primero de noviembre, como el sombrero de paja de la serie de anime japonés “One Piece” y ya le puso música el grupo Molotov.
Su canción “Gimme the power” (1997) que sirvió de llamado para echar al priismo gobernante de aquel tiempo -y en Veracruz durante las elecciones del 2016 para derrotar al duartismo- ahora se antoja como el himno de la Generación Z mexicana.
Así avanza la cosa mientras que el morenismo tiemblan.
La presidenta Claudia Sheinbaum amuralló el palacio nacional con barreras metálicas de tres metros de altura.
También mandó a los esquiroles de la CNTE a realizar marchas y plantones paralelos para contrarrestar a los jóvenes y no cesa en el intento de descalificar y minimizar la movilización del sábado.
De ese tamaño es su miedo.
Y eso, cuando los poderosos están aterrados frente a la juventud enojada y organizada, es un combustible idóneo para la movilización contestataria.
¡A marchar mañana!, pues.
Y no solo los jóvenes y no solo los estudiantes sino también los “viejos-jóvenes” como decía el presidente chileno Salvador Allende.
Ese mismo que en la Universidad de Guadalajara acuñó la reflexión histórica en 1972, un año antes de que lo asesinaran en el golpe de Estado que le dio el ejército de su país:
“ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.
Claro, es la parte que más se recuerda, pero Allende dijo en otras alocuciones que la juventud no se reduce una condición etaria -de edad- ni estudiantil.
Sí, ambas son la esencia, pero en el concepto y la vivencia de fondo “no caben las querellas generacionales porque hay viejos-jóvenes y jóvenes-viejos, yo soy de los primeros (tenía 64 años en aquel 1972) y al igual que ustedes hago la revolución”.
Traducción para la actualidad: jóvenes, estudiantes o no estudiantes, viejos, maduros, de mediana edad, y de todos los oficios, creencias, estratos sociales y afectos, ¡a marchar mañana sábado! ¡A darle que es mole de olla!
*Envoyé depuis Paris, France.