
Por Andrés Timoteo
AYER Y HOY
Del desastre en el norte veracruzano la prensa documenta -como debe ser- tanto el obituario como las historias que lo rodean.
Y también desde la primera línea están los reportes que en las redes sociales hacen los lugareños, testigos primigenios y sobrevivientes del vendaval.
Si esa tecnología se hubiese tenido hace un cuarto de siglo, en las inundaciones de octubre del 1999 que también destrozaron la región norte, la cosa se hubiera contado más rápido y mejor.
Los periodistas que reportearon aquel desastre han de recordar que las líneas telefónicas tradicionales colapsaron, que eran raros los teléfonos celulares y el único contacto indirecto con las regiones afectadas fueron las radiodifusoras aunque solo para transmitir mensajes, no para recibirlos.
¿Qué se hizo?
Ir hasta el lugar, a como se pudiera y con el transporte que fuera, para reportear los hechos.
Así se rompió la censura y el bloqueo que impuso el gobierno de Miguel Alemán que buscaba esconder la tragedia.
Por aquellos rumbos coincidimos con otros compañeros que cronicaban el desastre: la extrañada María Elena Ferral, Oved Contreras quien junto con Rubén Licona andaban angustiados por no saber de sus familias, el primero en Martínez de la Torre y el segundo en Gutiérrez Zamora.
Los tres pudimos llegar del puerto de Veracruz al aeropuerto de El Tajín, en Poza Rica, colándonos en un vuelo humanitario de la avioneta del ISSSTE gracias al apoyo del entonces delegado Antonio Benítez Lucho.
Al llegar al aeropuerto pozarricense cada quien se dispersó por su rumbo, igualmente a cómo se pudiera, unos para la sierra y otros para la costa.
Por allá también anduvieron Lev García, entonces corresponsal del diario Reforma y Miguel López Solana fotógrafo de NOTIVER.
La prioridad era contar lo sucedido y así se hizo... y se hizo bien a pesar de las limitaciones de la época -sin "lap tops" ni teléfono celular y ni siquiera una máquina mecánica-.
A veces la "nota" se tenía que dictar por teléfono convencional si es que se encontraba alguno activo.
Para mandar fotografías era un cantar mayor, los escáneres portátiles eran incipientes.
Sólo los enviados de la Ciudad de México llevaban alguno de los primeros modelos y que todavía eran precarios.
Ya no se diga grabar o enviar un video lo que en ese entones era utopía.
Hoy es distinto, los mismos pobladores registran lo que pasa con fotografías y videos en tiempo real desde sus teléfonos móviles.
Y no sólo muestran la magnitud de los daños sino también exhiben a los gobiernos estatal y municipales que los abandonaron.
Retratan la negligencia y mezquindad de los funcionarios.
LAS BRIGADAS SUICIDAS
El periodista Oved Contreras recuerda aquella "Brigada Suicida" de 1999 que integraron jóvenes de Papantla para ayudar en la devastación.
La mayoría no rebasaba los veinte años, quizás el chofer era el más adulto y no mayor de treinta.
Eran estudiantes, trabajadores y jornaleros que se aventuraban a llegar hasta donde los militares no lo hacían para rescatar gente, llevar medicina y tener un reporte de los damnificados.
Hoy nuevamente hay "brigadas suicidas" como en Tlapacoyan donde 40 voluntarios de ecoturismo en el Filobobos, expertos en navegación sobre lagos y ríos caudalosos, se organizaron para ir ayudar en Poza Rica y Álamo, los municipios más castigados.
También hoy es distinto para estas brigadas de buena voluntad porque los chicos son diestros en incursiones en áreas de riesgo y cuentan con formación en rescate y primeros auxilios.
¡Bien por eso!
En 1999, los de aquella "Brigada Suicida" operaban a como Dios los iluminara y proveyera.
En ese grupo sólo iba una jovencita de 17 años estudiante de enfermería, la única "experta" en curaciones y medicación.
Tampoco tenían torretas y los chavos se turnaban para anunciar su llegada a grito de pulmón imitando las sirenas de ambulancia.
Y así se sacó el trabajo rescatista.
Y también el reporteril.
A la distancia el recuerdo es afectuoso de esos 'brigadistas suicidas' que hace 26 años hicieron la diferencia.
También de los colegas con los que en el norte veracruzano aprendimos -algunos porque otros ya eran diestros- a reportear la tragedia.
Fue una cátedra exprés de cómo hacer periodismo en situaciones extremas.
CARAS Y GESTOS
Son estampas de la tragedia.
Cuando el pueblo diezmado reclama ayuda y denuncia abandono, la presidenta Claudia Sheinbaum lo calla con un gesto: el dedo en la boca.
Cuando la ciudad queda bajo el agua, la gobernante Rocío Nahle afirma que "se desbordó ligeramente el río".
Cuando cuestionan a la zacatecana del bloqueo de la ayuda humanitaria se enoja, hace mohínes y corta las entrevistas.
Cuando la gente necesita manos, recursos, utensilios para paliar los daños, el alcalde pozarricense Fernando Remes no se digna a bajarse de su camioneta de lujo en la que recorrió algunas calles nada más para burlarse.
Cuando los pobladores chapotean el lodo y claman ayuda, la próxima edil espuria de Poza Rica, Adelina Rodríguez, usa el sitio del desastre para tomarse "selfies".
Vaya que a estos políticos morenistas les sobran gestos y dichos insolentes.
Y también mucha caradura.
*Envoyé depuis Paris, France.