
Por: Edgar Ochoa/ NOTIVER
*Ohtani: brazo, poder y leyenda en construcción
Shohei Ohtani volvió a hacer lo que solo los elegidos pueden: reescribir la historia en un solo juego.
En una noche que parecía de rutina, el fenómeno japonés lanzó cinco entradas sin permitir un solo hit… y luego, como si fuera poco, conectó su jonrón número 50 de la temporada.
No es una hazaña menor.
Estamos hablando de un jugador que es dos en uno, que brilla desde el montículo y desde la caja de bateo con la misma naturalidad con la que otros apenas cumplen una función.
Ohtani no juega al béisbol: lo transforma.
Los expertos se quedan sin adjetivos, los récords tiemblan y los fanáticos simplemente disfrutan.
¿Cuántas veces se ha visto algo así?
La respuesta es clara: casi nunca.
Es el Babe Ruth moderno, pero más completo, más técnico, más veloz.
Su swing parece coreografía, su recta una sentencia.
Esa noche, como tantas otras, demostró que el límite está donde él decida ponerlo.
Ohtani no solo está dominando la MLB; está creando un nuevo tipo de jugador.
Uno que lanza como as y batea como cuarto bate.
Uno que, sin duda, está escribiendo su propia historia llamada béisbol.
El adiós a un actor del diamante
Esta semana, el béisbol perdió una de sus figuras más queridas… aunque no por su promedio de bateo, ni por sus récords en el campo.
Se trata de la muerte de uno de los actores que dio vida al universo mágico de The Natural (El mejor), aquella cinta de 1984 que elevó al béisbol a la categoría de leyenda.
Junto a Robert Redford, ese actor -quien interpretó a uno de los entrenadores y rostros inolvidables de la película- se convirtió en parte del imaginario romántico del juego.
Su nombre quizás no esté en Cooperstown, pero su rostro sigue presente en las memorias de una generación que vio en el diamante un escenario de redención, sueños rotos y segundas oportunidades.
No era simplemente cine: era un homenaje al espíritu del juego, al bateador olvidado que volvió para cumplir su destino.
El fallecimiento de este actor, cuyo legado permanece entre tomas y bates de madera, nos recuerda que el béisbol no solo se juega: se cuenta, se actúa y se recuerda.
Así como Redford se convirtió en Roy Hobbs, él también dejó su huella.
Un testigo silencioso de la épica, ahora se despide, y lo hace entre aplausos en las gradas de la memoria colectiva.
Descanse en paz, eterno seguidor de los Medias Rojas de Boston.