
Por Edgar Ochoa/ NOTIVER
Los Diablos Rojos del México levantaron un nuevo campeonato, y no es casualidad, es consecuencia.
No solo armaron un trabuco, también recuperaron algo que no se compra: el espíritu.
El equipo más odiado y amado del país volvió a ser lo que siempre fue: una institución que no compite, impone.
Desde el primer juego de la temporada, mandaron un mensaje claro: aquí manda el infierno.
Fueron contundentes en casa, peligrosos de visita y letales en playoffs.
Con peloteros como José Marmolejos, Carlos Sepulveda, Julian Ornelas, Allen Córdoba así como el Capitán Juan Carlos Gamboa, que junto con el staff de pitcheo impresionante, los escarlata lograron su título 18.
El estadio Alfredo Harp Helú brilló en todo su esplendor, y el béisbol mexicano agradeció.
Porque cuando los Diablos están en la cima, el espectáculo se multiplica, la rivalidad crece y la historia avanza.
Este título es más que un trofeo: es la confirmación de un legado que muchos daban como solo un sueño.
Sin duda no fue un título cualquiera, fue una lección.
Mientras otros equipos ya trabajan para la siguiente temporada, los Diablos festejarán este miércoles con toda su fanaticada en el “Diamante de Fuego”, un festejo que también será histórico.
Enhorabuena a Don Alfredo y Santiago Harp, Jorge del Valle, Miguel Ojeda, Manuel Martínez, y por supuesto a toda la directiva, que ahora pueden decir “Misión cumplida”.
El Águila cumple 122 años
Ciento veintidós años no se cumplen todos los días, y mucho menos en un país donde lo viejo se tira y lo nuevo se presume sin respeto a la historia.
El Águila de Veracruz nació en 1903, cuando el mundo apenas conocía el automóvil y México era un país en ebullición.
Fue fundado por obreros petroleros, curtidos por el sol y por la lucha.
Desde entonces, ha sido más que un equipo: es símbolo de identidad veracruzana.
Ha sido cuna de leyendas, de tardes gloriosas y noches tristes.
Fue campeón cuando la LMB era más pasión que negocio.
Ha desaparecido, ha sido vendido, mutilado y renacido.
Y aún así, aquí está. Resistiendo.
Porque el Águila no es solo béisbol, es terquedad histórica.
Cada vez que vuelve al diamante, lo hace con dignidad, aunque algunos ya lo den por muerto.
Su legado no está en los títulos, sino en los recuerdos que provoca.
En los abuelos que llevan a sus nietos al estadio a contarles de Beto Ávila, de Ramón “Tres patines” Arano, Rolando Camarero, Angel Moreno, el Ing. Roberto Ortiz, “Borrego” Álvarez, Mario Arioza, “Chico” Rodríguez, solo por mencionar algunos.
El Águila cumple años, y con él, también cumple años la memoria de un México que a veces olvida que hubo un tiempo en que el beisbol era parte del alma nacional.
Feliz cumpleaños, viejo Águila. Que no te apaguen nunca.